martes, marzo 30

Enlace de Javier y Carlos, en hora buena...FELICIDADES.


Fotografía Polo Gómez

Ciudad de México, a 21 de marzo de 2010

Javier Gutiérrez Marmolejo-Carlos Alberto Ramos Benigno

“Podrán ser legales, pero seguirán siendo inmorales”,
Hugo Valdemar Romero
Vocero de la Arquidiócesis


Desde la irreverencia ante el argumento falaz de nuestra inmoralidad, y no desde aquella falsa moralidad que encubre a pederastas -llámense Marcial Maciel o Jean Succar Kuri-, no desde la hipócrita doble moral de legisladores y políticos que se preocupan por nuestra supuesta tendencia a violar niños y se callan antes las múltiples violaciones que sus propio partidos, y la clase política-empresarial-religiosa a la que pertenecen y representan, ha cometido en contra de la sociedad mexicana a lo largo de las últimas ocho décadas; desde esta sabrosa irreverencia que descansa en el orgullo de sabernos plenos, conscientes, críticos, sujetos de derechos y agentes de transformación, celebramos, hoy 21 de marzo, el hecho mismo de estar todas y todos reunidos en este espacio de celebración.

Éste no es un cuento de hadas, ni una historia prefabricada, ni un arreglo matrimonial en donde la quedada dio su último estirón pa’ dar el sí y, mucho menos, una presentación ante “la sociedad”. No es la celebración del matrimonio por el matrimonio en sí –pues de hecho somos conscientes de la historicidad patriarcal de esta institución que ha reproducido –a lo largo de los años- situaciones de desigualdad entre los hombres y las mujeres-, es decir, ha cosificado a la mujer y le ha extraído su fuerza laboral en beneficio del supuesto patrimonio en común.

Ésta no es la culminación de un pacto de amor, pues nuestro pacto se celebra día con día, con papel o sin él, frente a los juzgados o frente a los cabarets, sin mediar institución de por medio. Esta celebración, finalmente, rebasa nuestra personal historia de amor.

Hoy, venimos a celebrar la reafirmación del Estado laico y de la soberanía nacional. Es decir, celebramos que a dos guerras de distancias –una en el siglo XIX y otra en el siglo XX- y a casi diez años en marcha del amasiato entre gobierno federal y jerarquía de la iglesia católica, se reconozca que la moral religiosa no pueda imperar en los arreglos legales ni en la cosa pública. Celebramos, además, que los tres poderes de esta ciudad den la espalda a un Estado extranjero, como lo es el Estado Vaticano, y rescate el valor de nuestra, nuevamente, incipiente soberanía nacional.

También celebramos que este proceso visibiliza la fragmentación de ciudadanías que define a este país, por cierto, montado en estructuras de dominación étnicas, económicas, culturales y de género. Este paso por reconocer el matrimonio a todas aquellas personas que lo procuren en esta ciudad, rescata un valor alejado de nuestros ordenamientos legales y de la práctica política, el valor de la dignidad.

Celebramos, pues, un avance en Derechos Humanos y en Derechos Sexuales que tiene la particularidad de expresarse en el acto consciente de dos sujetos compartiendo, por decisión propia, una historia en común generalmente inspirada en el amor, en el deseo y en el placer en uno de los momentos históricos más críticos, más violentos, más inestables, más corruptos, más cínicos y más degradantes de nuestra historia como nación.


Nuestra unión bajo la figura del matrimonio, y la de muchos otros y otras, persigue, precisamente, el fortalecimiento del urgente debate nacional sobre laicidad, soberanía, ciudadanía, derechos sociales y derechos sexuales en el contexto de un narco-Estado todavía girando, a destiempo, en torno a la vorágine de las políticas neoliberales que no respetan el valor de la otredad si esta otredad no viene etiquetada como mercancía, como clientela, o como sociedad anónima de capital variable.

En fin, agradecemos estar juntas y juntos en esta celebración que decidimos realizarla en el marco tradicional de una fiesta de novios, pero intentado resignificarla como espacio de celebración de los deseos, de los placeres, de las convivencias solidarias y de la irreverencia moral que señala, defiende y grita: “lo personal, es político”.

Gracias por estar aquí, las queremos y los queremos mucho.

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